El próximo día 11 de marzo es el V aniversario

Amigos, hoy hace cinco años que nos despertamos sacudidos por la barbarie terrorista.

Una serie de explosiones destrozaron la vida a miles de ciudadanos, a 192 la vida real, a sus familias el dolor de perder a seres queridos para siempre.

Otras mil setecientas personas se vieron lesionadas, bastantes de ellas gravemente.

Y todos los ciudadanos quedamos afectados. Con el dolor en nuestra alma, con la rabia en el corazón y con un deseo de justicia en nuestra cabeza.

Después del impacto inicial, salimos despavoridos a la calle. Pero alguien, algunos, desde ese mismo momento, comenzaron a dividir a la sociedad española para imponer sus estrategias espurias.

Aquí, ya, no había dolor, ni rabia, ni deseo de justicia. Lo que había era un deseo de sacar provecho a costa de los atentados, a costa de los muertos. Sacar un rédito político.

En España, por desgracia, somos así. Media sociedad odia a la otra media. Y esta mitad se aprovecha, como sea, de todas las oportunidades que se le presenta para imponerse, repito, como sea, a la otra media. Pero afortunadamente, no siempre ocurre lo mismo en sentido inverso.

Lo más grave que ha ocurrido no es que aquellos que usaron y encauzaron políticamente el dolor, se hicieran con el poder.

No, lo más grave es que se aprovecharon del poder para imponer una versión del atentado, la versión oficial, que nos resulta especialmente despreciable porque deja impune el mayor de los atentados de la Historia de España.

El Juez instructor se vio desbordado tanto por su incapacidad ante la magnitud de la tragedia, como por el conjunto de pruebas –muchas de ellas falsas, otras muy cuestionables- que solo tenían una finalidad. Imponer la versión oficial. El hombre al terminar su trabajo pidió el traslado. Tal vez debería profundizarse sobre las causas que le llevaron a ello.

Y cuál es la versión oficial. Pues que los atentados fueron una represalia por que España luchó en Irak. Y Al Quaeda se vengó. Y eso es una gran mentira.

Acabada una instrucción que no se sostenía, y tras soportar a una fiscal incompetente e impertinente, se llegó al juicio. Y tras las jornadas en que se desarrolló la vista, la sentencia.

El mejor resumen que puede hacerse es el que hizo toda la prensa occidental. NO SE SABE QUIEN HA SIDO.

Resulta duro leerlo, pero más duro es comprobar que tras las jornadas siguientes de análisis y discusión en los medios de comunicación, todo se ha ido desvaneciendo.

La sociedad disfruta de las jornadas de televisión basura. Ahora, tal vez algo más inquietos ante la crisis económica.

Pero los grandes culpables de esta situación son los medios de comunicación. Han aceptado, salvo muy escasas y muy honrosas excepciones, cerrar el caso.

Se pretende cerrar el atentado sin que se conozca quién ha sido, quién lo ha planificado y cómo se ha financiado. Eso solo puede ocurrir en España. Aquí y ahora, para vergüenza nuestra.

Pero no son ellos solos los grandes culpables. No podemos olvidarnos de los jueces.

Y por ello, observamos, con absoluta indignación, cómo los miembros del Tribunal que juzgaron “El atentado del 11 M”, optan a la Presidencia de la Audiencia Nacional. Ellos tres, que sin saber qué clase de explosivo estalló decidieron que procedía de Mina Conchita. Ellos que aceptaron el periplo extravagante de la cadena de custodia de la Mochila de Vallecas, que nadie recogió de la Estación de El Pozo. Ellos que aceptaron que los perros especialistas en detectar dinamita no saben detectar dinamita como ocurrió en la furgoneta Kangoo, y que en los Fundamentos de Derecho de su Sentencia se olvidan de que existió en el Sumario un automóvil Skoda Fabia donde precisamente se encontró la única prueba que inculpaba en el atentad a Alekema Lamarri. Pero lo que encoleriza más, es que ellos tres aceptaron sin pestañear que los restos de los trenes afectados por las explosiones se desguazaron entre los días 13 y 14 de marzo de 2004, precisamente coincidentes con sábado y domingo anteriores a las elecciones generales y dos y tres días, respectivamente, después de las explosiones.

Si no hubiese por medio 192 vidas rotas para siempre, y la obtención política del poder, del poder político y del poder judicial, la cosa sería indignante.

Pero es mucho más que eso. Lo que se pretende al cerrar este atentado. Es imponer la versión oficial, segar la democracia, y todo ello en tan solo cinco años.

Conocemos que el poder judicial no existe. Son los amanuenses del poder político, que se ocupan de pasar a papel de la Justicia, lo que el papel de la Política les exige. ¿recordáis el pisoteo que de su dignidad padeció la Presidenta del Tribunal Constitucional? Y no ha reaccionado. Callada tras la pública afrenta, sigue aceptando, muy sumisa, las directrices del poder político. ¡qué vergüenza!

Ya casi solo quedamos nosotros. Se han impuesto acabar con la “resistencia”, pero no nos conocen. Solo tras el conocimiento de la verdad nos vamos a quedar en casa.

Y ello por decencia, por moral, por dignidad, y lo que no es menos importante, por la muerte de ciento noventa y dos personas.

Por eso, haga frio o calor, llueva o nieve, seguiremos gritando

QUEREMOS SABER LA VERDAD.

Queremos saber, queremos saber, queremos saber.