Se contaba, que Walt Whitman, cuando trabajaba de enfermero en un hospital, durante la guerra civil, se paseaba por entre las camas de los enfermos, adornando su figura con una bonita flor en el ojal, y con una sonrisa de oreja a oreja, pues, pensaba, no desacertadamante, que los enfermos y moribundos que sufrian, postrados en los camastros y literas, agradecerian mas, la alegria y la jovialidad que su enfermero transmitia, que el lamento y la pesadumbre del sufrimiento ante el dolor y el abandono de la vida, que en el entorno se respiraba.
Estoy convencido, que a la muerte, dado los avances de la medicina, se le puede, hasta poner buena cara, la muerte "dulce" que llaman, ¿Quién no desearia morir seréna y conscientemente?. Pero, la cuestión está, en saber si se quiere morir o no se quiere.
Ya sabemos que tenemos que morir, por eso decimos desear esa muerte serena y consciente, lo terrible es la decisión, decisión que compete en exclusiva al enfermo, al que experimenta la cercania de su final. En esa situación sólo está el enfermo, y, cuando éste no es consciente, podrá morir serenamente pero ya no consciente,¿Quién puede relevarle en su decisión?, sus familiares, sus amigos, los que le han cuidado, los que le quieren y le han querido? .